Una reflexión sobre el camino a seguir en la medicina actual
A medida ha ido aumentando la expectativa de vida de las poblaciones, ha aumentado también la carga de enfermedades crónicas. Las enfermedades crónicas por definición son aquellas que no somos capaces de curar que requieren la acción sostenida de los sistemas de salud durante largo tiempo, con un consumo ingente de recursos.
El enfoque clásico de la medicina tradicional de prevenir la muerte y tratar la enfermedad, que fue tan exitoso para la mejora de los índices de salud y de vida y para el tratamiento de las enfermedades agudas e infecciosas, se ha tornado insuficiente cuando entramos en un escenario como el que estamos confrontando en el siglo XXI caracterizado por un aumento sostenido tanto en el número de pacientes con enfermedades crónicas como en la cantidad de pacientes que presentan múltiples comorbilidades del mismo tenor, convirtiéndose en el paradigma a cambiar por la generación actual.
Cuando hablamos de enfermedades crónicas, estamos hablando de los múltiples matices entre la salud y la muerte, incluyendo a veces, estados de salud que pudiéramos considerar peores que la propia muerte, surgen entonces preguntas como: qué significa ser saludable? Quién define el estado saludable o determina cuándo está presente?
Aunque nosotros los médicos nos hemos abrogado el derecho a tomar esas decisiones le correspondería al paciente como productor primario, conceptualizador de lo que es ser saludable y como agente capaz de producir y disfrutar de la salud, el incorporar sus valoraciones y percepciones tanto en lo que se refiere a su estado actual, como a su estado ideal relacionado con el problema.
Aunque los cuidados de salud sean capaces de ayudar a los pacientes a adquirir cierto control sobre su vida, al no estar relacionados con ese control vital pueden incluso contribuir a asfixiarla, por otro lado, al ser la salud aquello que nos permite sumergirnos en nuestra vida y en el mundo, debe ser definida, experimentada y referenciada dentro de nuestra propia vida.
Mientras sigamos pensando que somos los profesionales de la salud los llamados a definir lo que es salud, para consecuentemente proporcionarla a los pacientes a través de nuestros cuidados, perdemos el foco en el paciente como autor de su propia salud, con la previa afirmación no quiero para nada significar que el mejor camino para una salud centrada en el paciente es la negación de las bondades del tratamiento y asesorías médicos, pero si podríamos delinear algunos puntos que pueden ayudarnos a orientar la prevención y el manejo de las enfermedades crónicas, como son los siguientes:
- ·No podemos asumir que la muerte y la enfermedad son los objetivos más importantes de los cuidados de salud, no podemos seguir equiparando nuestro éxito clínico con vidas salvadas o muertes evitadas, porque no todas las muertes en personas de edad son prematuras o rechazadas por los pacientes, estamos teniendo que afrontar temores mucho mayores, consistentes en una prolongación inapropiada de nuestras vidas o el caer incluso en estados de deterioro peores que la muerte.
·Debemos ser capaces de profundizar en las perspectivas de nuestros pacientes para poder definir claramente la naturaleza del problema que estamos enfrentando y los criterios de éxito de nuestras intervenciones. No se trata de que el médico exprese los hechos sobre la enfermedad y sus alternativas de tratamiento y que el paciente haga una escogencia informada basada en sus propios valores, se trata de abrir un espacio en la relación terapéutica para incorporar a la toma de decisiones datos acerca de los síntomas, funcionalidad y calidad de vida que sólo puede proveer el paciente y darle al menos un lugar de importancia para considerarlos en la toma de decisiones, sin perder de vista que casi todos los cuidados relacionados con este tipo de enfermedades ocurren en el ámbito del paciente.
·El norte de nuestro trabajo en estos casos debería ser el privilegiar el aumento de la capacidad de nuestro paciente para ocuparse de sí mismo y restaurar una acción vital significativa. El criterio de éxito terapéutico debe en estos casos dejar de estar relacionado con la desaparición del proceso patológico o incluso de los síntomas, para centrarse en ayudar a nuestro paciente a incorporarse a su vida. Qué tanto debemos controlar los síntomas en tales casos no es un hecho predeterminado.
Se trata no solo de incorporar la dimensión personal del paciente a la toma de decisiones sino de promover su autonomía y su capacidad de acción.
Por Claudio López Bruzual, MD.